ALGUNOS CULTIVAN PAPAS, OTROS CULTIVAN CUERPOS
Existe un lugar, no lejos del Centro Médico de la Universidad de Tennessee, en Knoxville, donde los expertos en ciencias forenses oyen hablar a los muertos en un idioma secreto que pocas personas tienen la paciencia, el entrenamiento y la sangre fría para interpretar. Un sitio dedicado a estudiar con rigor el inevitable proceso de “polvo eres y en polvo te converti rás”.
Entrar al Anthropological Research Facility, más conocido como the Body Farm (“la Granja de Cuerpos”), requiere valor. Una verja metálica rodea el terreno de 1,6 hectáreas en la ladera de una coli na donde reposan más de 50 cadáveres en todas las posiciones y condiciones imaginables: expuestos al sol, semienterrados en barro, sumergidos en un riachuelo, envueltos en plástico, encerrados en el maletero de un coche, colgados de un árbol, quemados, metidos en un ataúd... Los hay decapitados, con heridas, mutilados, embalsamados... Después de días, semanas o meses de exposición a los elementos, los cuerpos entran en diferentes etapas de descomposición y se deshacen poco a poco en la tierra. Atacados por bacterias, insectos, aves y roedores, pasan a formar parte de la cadena alimenticia y el eterno reciclar de la vida.
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